Presencia de Agustín Lara en Cuba
Por Ciro Bianchi Ross
Se dice que en los inicios de su carrera, allá en la década de 1930, el gran compositor habanero René Touzet —No te importe saber, Anoche aprendí, La noche de anoche, Me contaron de ti…— al proponerles sus composiciones a trovadores de la época, como Codina y Guyún, para que se las cantaran, le apenaba decir que eran de su autoría y se las atribuía a Agustín Lara… y eran tan buenas que todos lo daban por cierto.
El compositor mexicano Agustín Lara supo imprimir al bolero un sello personal. Intervino en unas 30 películas y creó alrededor de 700 melodías —canciones, pasodobles, pasacalles, baladas, tangos…— muchas de las cuales alcanzaron en español o dobladas a otros idiomas y cantadas incluso en estilos diferentes, una popularidad universal, y una presencia que mantienen incólume. Como expresa la ensayista Josefina Ortega: «No importa que transcurra el siglo XXI. La música de Lara sigue llegando a los corazones, como si tal cosa».
Su vida íntima, pródiga en romances, acrecentó el mito de carne y hueso que fue este hombre. Su gran amor fue, y así lo confesó el compositor, la bellísima y siempre controvertida actriz María Félix, con la que contrajo matrimonio en 1945 y a la que dedicó melodías como María bonita, Palmeras y Noche de ronda, una relación que a la postre se disolvió en el fracaso por los devaneos amorosos que se atribuyeron a la Doña. Pero mujeres hubo muchas en la vida de Agustín Lara, desde la Chata Zozaya, su primera esposa, hasta aquella que enloquecida por los celos le tajó con una navaja el lado izquierdo de la cara para dejarle una cicatriz que no podría disimular durante el resto de su vida. Como dice el escritor Juan José Arreola, Lara fue un castigador y un castigado.
No puede el escribidor precisar con exactitud la fecha y lugar de nacimiento del Flaco de oro, como se le llamaba. Algunos de sus biógrafos aseguran que vino al mundo en Tlacotalpan, Veracruz, el 30 de octubre de 1900, en tanto que otros refieren que el nacimiento ocurrió en Ciudad de México, en 1897, y otros en 1901. De cualquier manera, su infancia transcurrió en Tlacotalpan, aunque pronto debió su familia trasladarse a la capital mexicana. Su tía Remedios lo ayudó a improvisar sus primeras notas, pero su vocación por la música nació mientras escuchaba a su padre tocar el piano de la casa. Al hombre, sin embargo, no le agradaba para nada tener un hijo pianista y un día, tomando como pretexto la demora del muchacho en una tertulia taurina, lo expulsó de la casa. Tenía Agustín 12 años entonces. En un prostíbulo, donde lo contrataron como pianista, obtuvo sus primeros ingresos y empezó a enfrentarse a los rigores de la vida.
Tenía 15 años cuando el padre decide internarlo en una escuela militar. Soporta durante un curso el duro régimen disciplinario y al final suspende los exámenes. Queda fuera de dicho centro, pero solo consigue que el padre lo envíe a Durango para asumir un trabajo durísimo. La madre consigue al fin que el padre lo traiga de vuelta y lo matricule de nuevo en la escuela militar. Por esa época sufre prisión por robo.
El Ejército no es su vocación. Lo suyo es la música y a ella se dedicará por entero a partir de 1927. Toca en bares, cafés, prostíbulos y salas de cine mudo. Dos años más tarde hace amistad con cantantes de la talla de Juan Arvisu y Maruja Pérez y trabaja como su pianista acompañante. En la emisora XEW está al frente del espacio La hora azul y su presencia en La hora íntima de Agustín Lara, donde estrena cada día una o más canciones, lo hace conocido en todo México. Dirige además la orquesta de la emisora mientras que cantantes como Toña la Negra y Ana María Fernández popularizan sus canciones.
Corre el año 1932 y Agustín Lara emprende una carrera frenética hacia la fama. Hace en esa fecha su primera gira internacional. En París arrebata a los franceses y una de sus composiciones, Farolito, se convierte allí en la melodía de moda.
Romance en La Habana
Es por ese tiempo que hace su primer viaje a la capital cubana, en la compañía de Pedro Vargas y Ana María Fernández. Vuelve en mayo de 1939. Hace entonces una profesión de amor a Cuba. Declara entonces: «Regresaba de Francia… La Habana me abrió sus brazos… y no fui ingrato, ahí están ese Sueño guajiro y esas Coplas que nacieron en la inmensa pradera del Yumurí…». Está aquí nuevamente en 1952. En La Bodeguita del Medio conoce a Sindo Garay y en el cabaré Montmartre toca el piano y conduce una orquesta de violines. Actúa en los Aires Libres del hotel Saratoga. Afirma el erudito Radamés Giro: «De su interés por la música cubana dan cuenta La Cumbancha —homenaje a la percusión cubana que grabó el Trío Matamoros, Antonio Machín y el cuarteto Caney—, Noche criolla y el danzonete Pobre de mí».
Es en la visita de 1939 cuando lo impacta una muchacha que se había revelado como Estrella naciente en La Corte Suprema del Arte, del Circuito CMQ, y que en esos momentos hacía un poco de todo en la propia emisora: hace la locución, canta y recita en la emisora de Monte y Cárdenas. Se llama Xiomara Fernández; tiene 21 años de edad y es tan bella como tímida. Gaspar Pumarejo, que sería el pionero de la TV en Cuba, los presenta. No han cambiado más que unas pocas palabras cuando Lara expresa su deseo de escribir una canción para que ella la estrene. Xiomara no sabe qué responder, queda sin palabras. Se siente pequeñita ante un compositor de la talla del que tiene delante, pero al fin, con muchas dudas, accede. Lara escribe para ella Cuando me miraste tú, que Xiomara estrena en el Gran Teatro de La Habana, que lleva hoy el nombre de Alicia Alonso, acompañada al piano por el propio compositor. La cantaría luego en teatros de Matanzas y Pinar del Río.
«Toda la gloria fue mía /cuando me miraste tú / toda la gloria fue mía /cuando me miraste tú / se quedó sin luz el día / todo se quedó sin luz /y empezó la vida mía / cuando me miraste tú…» Xiomara Fernández recordaría muchos años después que siempre se sintió fascinada por Agustín; era muy fino y delicado, decía. Le enviaba todos los días un ramo de flores a la CMQ. Ella temió que tanta gentileza llamara la atención y despertara sospechas entre sus compañeros y se lo hizo saber. Él entonces comenzó a enviarle a diario una sola flor con una tarjeta en la que se leía: «Pensando en ti».
Se encontraron varias veces en uno de los bares del hotel Sevilla. Lara le habló de llevarla a México en planes de trabajo, y precisó que podía ir en compañía de algún familiar. A Xiomara el viaje no le interesaba. Lara se tiró a fondo entonces y le propuso matrimonio. Ella dijo no.
Prosiguió Xiomara una carrera ascendente y no demoró en iniciar un noviazgo con José Antonio Alonso, el disputado conductor de La Corte Suprema, el hombre de las mil novias, como le llamaba la prensa de la época. La boda fue todo un acontecimiento. Contrajeron matrimonio el 1ro. de diciembre de 1940, en el Gran Teatro de La Habana, con la sala repleta de radioyentes y gente de la farándula. Para ver y aclamar a la pareja esperaban fuera cientos de admiradores, entre ellos un piloto que hizo aterrizar su avioneta en el Paseo del Prado, frente al Teatro, para soltar palomas y entregar un ramo de flores a la desposada.
De Cuba a Lara
La música de Agustín Lara se mantiene en el repertorio de cantantes cubanos de todas las épocas, dentro y fuera de la Isla.
El disco Solamente una vez de Cuba a Lara recoge las interpretaciones de grandes voces que lo cantan a la cubana. Pablo Milanés interpreta Noche de ronda, y Omara Portuondo, Solamente una vez, mientras que la Orquesta Aragón acomete Lamento jorocho, y Francisco Céspedes vocaliza Regalo de viaje, por petición expresa de una de las exesposas del compositor. Están también en la placa Van Van, Miriam Ramos, Kelvis Ochoa, Carlos Varela, Santiago Feliú y David Torrens, entre otros.
«Lara ha sido parte de sus vidas, algunos crecieron con él y todos lo han adoptado como si fuera cubano», afirmó el productor mexicano de este disco.
En su momento fueron muy celebradas las interpretaciones, que, por separado, hicieron de Arráncame la vida, Orlando Contreras y Abelardo Barroso, que cantaba mejor a medida que envejecía. Memorables son las de Pecado, de Blanca Rosa Gil, y la que hizo Barbarito Diez de Palmeras. Mucho gustan El organillero, por la Aragón, Rival, por la orquesta América y Amor de mis amores, por Elena Burke. Se mantiene viva en el recuerdo la interpretación que Roberto Sánchez y la orquesta Gloria Matancera hicieron de Santa, la melodía que Lara prefería entre todas las que compuso.
Dijo de sí mismo: «Soy ridículamente cursi, y me encanta serlo. Porque la mía es una sinceridad que otros rehuyen… ridículamente» Agustín Lara Aguirre y Pino, el Flaco de oro, tiene su monumento en la Avenida del Puerto, a la orilla de la bahía habanera. Una estatua de bronce, obra del escultor yucateco Humberto Peraza, que evoca la presencia del compositor entre nosotros. Resalta la imagen la extrema delgadez del artista que viste de corbata y chaqueta. Su mano izquierda descansa en el brazo derecho mientras la diestra se alza a la altura de la cara para insinuar la presencia del cigarrillo que se llevará a la boca. Y es que el autor de la opereta El pájaro de oro y de tanta música para el cine, fumador incesante en vida, fuma ahora en la eternidad.
Fuente: Juventud Rebelde