Las huellas fílmicas de Gina Cabrera
El tiempo no solo posee la singularidad de ser la única categoría irreversible, sino que fija en la memoria colectiva algunos hechos mientras oculta otros.
La avasalladora trayectoria de Georgina Luisa Cabrera Parada (La Habana, 28 de mayo de 1928) en el teatro, la radio y la televisión del siglo XX cubano suele hacernos olvidar su paso por la cinematografía. Este olvido no es casual.
Hasta el 24 de octubre de 1950, fecha de inauguración de la primera televisora cubana, el cine colmaba el ámbito audiovisual cubano. El auge acelerado y monumental de nuestro sistema televisivo lo cambió todo, debido a ciertas especificidades.
Casi como excepción entre los fundadores del video iberoamericano, desde el propio día de la inauguración del Canal 4 (Unión Radio TV) nuestras señales televisivas emitieron programación habitual ininterrumpidamente por más de ocho horas diarias. Dos meses más tarde, cuando comenzó su difusión de programación regular, el Canal 6 (CMQ TV) mantuvo esta intensa práctica difusiva.
El auge extraordinario en Cuba de la publicidad y de la investigación aplicada, convirtió a la televisión en el soporte ideal para aplicar estrategias comunicativas y realizar pruebas de mercado de proporciones descomunales para optimizar sus campañas comerciales y adecuar los géneros y formatos televisivos.
En menos de ocho años, en La Habana operaron cinco televisoras más ―sin hablar de filiales en otras provincias―, aunque algunas de ellas tuvieron vida efímera; esto no impidió la creciente competencia por el mercado televisivo-publicitario, el de mayor pujanza y competitividad en Iberoamérica.
El aluvión de imágenes en movimiento portadoras de dinamismo, ritmo, suspenso, dramaturgia y visualidad ―primero norteamericanas y luego nuestra― estructuró una peculiar cultura audiovisual en la vida cotidiana hogareña.
Aunque la televisión fundacional propagó la cinematografía y la publicidad, esta apropiación no impidió el desplazamiento del consumo audiovisual masivo hacia el video; quien por añadidura le arrebato sus “estrellas” de la actuación, la dramaturgia y la música.
La Industria Cultural cubana anterior a 1950 ―al carecer de editoriales impresas y de una industria cinematográfica sólida― se estructuraba alrededor de la radiofonía y la publicidad. La llegada del video potenció extraordinariamente al universo mediático electrónico y desplazó al cine.
Así, la profusión de canales, las múltiples horas de programación diaria y el régimen de contratación exclusiva que equiparaba la imagen pública de los artistas con las empresas, hizo de ellos símbolos recurrentes de los más diversos géneros, formatos, espacios habituales y empresas mediáticas.
Los actores-actrices, guionistas y músicos más cotizados alternaban la radio, el teatro, la publicad y el cine; pero, sin duda alguna, fueron arrebatados por las decenas de dramatizados unitarios y musicales que colmaban día tras día la pantalla chica, donde actuaban “en vivo” varias veces a la semana en diversas propuestas, en una intensidad de frecuencia de actuación contra la cual no podía competir el cine.
Ello explica la preponderancia que en esos ocho años alcanzó en el Canal 6 (CMQ TV) (1), la artista a quien toda Cuba conocía como Gina Cabrera. Su intensa labor teatral, radial y televisiva en los decenios cuarenta y cincuenta pasados, no le impidió alternar su actuación en el cine.
En 1946 Gina debutó en el filme cubano Sed de amor, junto a Rafael Bertrand, un cubano que había triunfado en México. El largometraje, producido por Charles Ginart, se estrenó en el habanero cine-teatro Campoamor en febrero de 1947.
En agosto de 1950, ya había rumores de que Gina y Alberto González Rubio replicarían su famosa pareja romántica radial en la versión fílmica de un drama campesino radiofónico exitoso, autoría de la famosa narradora y guionista Dora Alonso.
Para 1951 se comentaba que una empresa fílmica cubana donde aparecían Manuel y Rodolfo Pellón y Manuel de la Pedrosa, eran los productores de Príncipe de contrabando (2) y La Renegada (3), versión de una radionovela de Arturo Liendo.
En 1953 participó en la coproducción cubano-mexicana, La rosa blanca (1954) una pelicula en homenaje a José Martí en el centenario de su nacimiento, dirigida por Emilio El Indio Fernández, que se filmó en escenarios de Cuba y México.
En 1954 sumó a su filmografía Cita en La Habana, donde interpretó junto a Fernando Fernández una canción luego replicada en la revista musical televisiva Casino de la alegría.
Entre junio y julio de 1954, viajó junto a Alberto González Rubio a México para filmar Frente al pecado de ayer, otra radionovela cubana llevada al cine.
Esto es solo una parte de la historia olvidada en nuestros archivos.
Otros de los viajes realizados a México por Gina Cabrera fue para disfrutar la luna de miel luego su boda el 19 de diciembre de 1949 con Helio Dutra, gerente de un importante laboratorio brasileño.
NOTAS:
(1) La más importante televisora comercial cubana.
(2) Junto a Néstor de Barbosa, Leopoldo Fernández y Aníbal de Mar ―Pototo y Filomeno―, Mimi Cal, Pedro Segarra, Dulce Velasco, José Barlia, Rafael Correa, Luciano de Pazos, la pareja de bailes Ana Gloria y Tony, y la Orquesta Cosmopolita.
(3) Junto a Rita Montaner, Yadira Jiménez, Alberto González Rubio, Enrique Santiesteban, José de San Antón y José Sanabria. Adaptación y Dirección: Ramón Peón. Música: Ñico Saquito y Maño López.
Fuente: tvcubana.icrt.cu y otras fuentes