Puente giratorio en Matanzas
Por Ignacio López Marrero
El Giratorio ha sido uno de los dos puentes con base en el lecho del río San Juan, y el único existente, que soportó las bravas crecidas provocadas por los frecuentes fenómenos atmosféricos que azotan esta área geográfica del Atlántico.
Posee una estructura de hierro apoyada sobre base sólida (primero fue de madera y luego sustituida por hormigón), con un sistema de ruedas dentadas conectadas a un motor que las propulsa, aunque hace algún tiempo que esta operación no se realiza.
El giro permite el paso de las embarcaciones cuando esa enorme armazón está perpendicular con el rio, y el enlace ferroviario (muchas personas se aventuran a pasar), cuando sus dos cabezales se enganchan a los dispositivos de tierra situados uno en el barrio de Pueblo Nuevo y otro en el de Matanzas, distantes alrededor de 70 metros.
La grandiosa obra ingeniera de estructura metálica procedió de los Estados Unidos, fue conducida en partes hacia Matanzas en 1903 por el vapor Olinda, y montada a unos 50 metros de la desembocadura de esa corriente fluvial.
En la ciudad de Matanzas antaño existieron otros puentes, aunque de cantería, pero en 281 años de tales experiencias constructivas, entre aquellos elegantes edificios con los pedestales dentro del agua, los únicos nunca arrastrados por la corriente han sido el Giratorio y uno nombrado La Carnicería, situado cerca de la plaza del mercado, que había sido inaugurado en 1834, y sustituido en 1882 por otro de madera a causa del deterioro.
Único de su clase existente en el país, el aún en servicio puente giratorio «quedó abierto el 8 de abril de 1904 al pasar la locomotora 117 procedente del ingenio Santa Catalina», según crónicas de la época, al parecer con carga de azúcar.
La construcción de esa vía en el San Juan, y de otro pequeño y rígido tendido sobre el río Yurumí, aceleró el desarrollo del transporte ferroviario azucarero, iniciado en Matanzas a partir de la segunda mitad del siglo XIX, e incrementó la posibilidad de salida y entrada de mercancías en general por los muelles en aguas profundas.
Pasar de un barrio a otro o disfrutar de una pesquería a la vera de los rieles del Giratorio no es un lujo, sino una necesidad espiritual que el matancero trata de satisfacer desde sus más tempranas edades, mientras se llena con aire marinero, estira la vista sobre la magnífica bahía de esta hermosa ciudad y sigue escribiendo su poesía.
Fuente: Girón
Fotos: Esacademic