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Capilla central del Cementerio de Colón

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Por: Lohania Aruca Alonso

Justamente en el centro de la planta urbana del cementerio Cristóbal Colón de La Habana, inaugurado el 30 de octubre de 1871 y que ya conmemora su 140 aniversario,  se diseñó con toda intención por el arquitecto Calixto Aureliano de Loira y Cardoso, la capilla mayor del gran conjunto funerario. Una hermosa perspectiva, delimitada por distintas especies de árboles de copas bajas y bien recortadas,  se percibe de un sólo golpe por los visitantes al detenerse y mirar desde el arco principal de la Puerta de la Paz hasta el fondo de la avenida Cristóbal Colón, allí aparece, en toda su grandiosidad aquel edificio, un monumento verdaderamente solemne.

La Capilla central o principal de la famosa necrópolis ―me recuerda una amiga argentina: ¡Se cuenta entre los cinco cementerios más notables del mundo!―,  fue diseñada en estilo románico-bizantino, respetando el modelo compuesto, establecido por la Puerta de la Paz, la Puerta Sur y el Osario general, propio de un sitio de culto de la Iglesia Católica romana. Fue construida por Francisco Marcótegui, un ingeniero que trabajaba para el Obispado de La Habana (1), él introdujo modificaciones al proyecto inicial del edificio.

La Capilla se eleva sobre una planta octogonal, cuya superficie total (interior) abarca 263 metros cuadrados, de los cuales 22 corresponden a la sacristía y 241 al salón público donde se celebran los oficios religiosos; este es suficientemente grande como para albergar hasta setecientas personas de pie. (2) El cuerpo central es una estructura de ocho pilares que sostiene una cúpula en rincón de claustro; esta última fue construida con mezcla hormigonada reforzada con nervios de piedra, en el exterior está rematada por una cruz de hierro forjado. La mayor altura interior es de 22,5 metros. El espacio centralizado, que tiene como propósito focalizar la ceremonia fúnebre o misa junto al ataúd, rodeado por los familiares y amigos del fallecido, posee un deambulatorio cuyo recorrido se define por una serie de arcos de medio punto sobre anchas pilastras.

Hay vidrieras o vitrales que se inspiran en temas bíblicos en la cúpula, el tambor que la soporta y los ventanales en la zona inferior, o muros de cierre; ellas permiten la ventilación natural y la iluminación (tamizada por los vidrios de colores). Así, pasa la luz necesaria para contrarrestar el efecto de pesantez de la fábrica de cantería.  En la pared norte, sobre la portada principal, un rosetón con vidrieras alemanas ―al igual que las anteriores a que me he referido― rememora el rostro de Jesús coronado de espinas.

El encargado de la decoración interior de la Capilla central fue Miguel Melero (La Habana, 1836-1907), director de la Academia de Pintura y Escultura de San Alejandro en La Habana. Siguiendo las pautas concretadas por el pintor de Brescia Guiseppe Perovani (ca. 1765-1835) en la capilla del Cementerio General de La Habana (o de Espada). Melero, que trabajaba en un estilo muy influido por el Greco, representó un Juicio Final (técnica: oleo sobre tela, pegado a la piedra), sobre la pared que está detrás del sencillo altar enmarcada por un arco ciego.

Además,  en la cúpula pintó (técnica: al fresco) una Ascensión del Señor. De esta última obra solamente existe un pequeño retazo (poco visible desde el plano, bajo o alto, donde se coloque el espectador) que fue salvado gracias a los recientes trabajos de restauración llevados a cabo por la Oficina del Historiador de La Habana, pues hasta hace poco se encontraba totalmente recubierta por capas de pintura de distintas épocas.

La fachada principal del edificio, un cuerpo saliente ceñido por una torre en su lateral derecho,  está orientada hacia el norte, su frente da a la avenida Cristóbal Colón, que tiene su punto de partida en la Puerta de la Paz. A ambos lados del vestíbulo de ingreso se albergan dos espacios más pequeños: en uno de ellos se ubica la escalera de caracol, ―hecha en madera preciosa cubana usada para toda la carpintería del lugar― que lleva al coro en el piso superior. El vestíbulo está techado por una bóveda de cañón corrida, y a través de él se transita hacia el santuario. Todos los pisos son de mármol blanco, posiblemente procedente de la antigua Isla de Pinos (ahora Isla de la Juventud).

La puerta de la fachada más importante, está tallada y decorada con símbolos funerarios pareados, clepsidras (3) aladas, narcisos, y en su parte superior aparecen las imágenes de búhos.

Otras tres puertas del templo funerario que describo, se orientan hacia el sur, el este y oeste, aprovechando las perspectivas que desde ellas ofrecen los ejes viales y accesos (puertas) fundamentales en la planta de la Necrópolis.

Los altos portales, arcadas de medio punto sobre pilastras similares a las del deambulatorio interior, rodean la parte inferior del volumen octogonal ―menos su fachada norte―; es una medida de protección muy necesaria teniendo en cuenta las condiciones climáticas de Cuba.

El exterior del edificio originalmente estaba pintado de gris con resaltes de blanco sobre algunos vanos de puertas y ventanas; pero, actualmente está recubierto por color amarillo y blanco. El interior utiliza el blanco. Las cúpulas se protegen con pintura roja, especialmente compuesta para evitar la humedad.

La cruz que remata la gran cúpula está a veintiocho metros del suelo y es el punto más alto de la necrópolis; marca el límite máximo que pueden alcanzar las construcciones que rodean a la Capilla central. De tal modo, el perfil de esta ciudad funeraria monumental está presidido por su Capilla más notable, la cual es propiedad del Arzobispado de La Habana. En el año 1886 fue concluida e inaugurada oficialmente la capilla principal. Con ella se dieron por terminadas las obras esenciales del Cementerio de Colón (Puerta del norte y del sur, las rejas que cierran los accesos del este y oeste, muro perimetral, edificios de la administración al norte y sur, Osario y Capilla central).

El Vedado, “primer eslabón en la cadena de urbanizaciones o repartimiento de terrenos al oeste de La Habana” (4) aún no se acercaba a los muros perimetrales del Cementerio, sin embargo, la atracción del lugar ya se sentía por el vecindario, especialmente en ocasión de los pomposos entierros de grandes personalidades de la oligarquía colonial, y de las misas dominicales que se celebraban en la Capilla, casi siempre acompañadas por la ejecución de música religiosa, cuyos programas todavía se conservaban al inicio de los años noventas del siglo XX, cuando la autora de estas líneas se encargó de recuperar como un valioso espacio de la cultura habanera y cubana a este cementerio, declarado Monumento Nacional de la República de Cuba en el año 1987.

Notas:

(1) F. Marcótegui, tuvo bajo su dirección facultativa la obra del Cementerio Cristóbal Colón desde 1875 hasta 1914. (E. Martínez M. “El Cementerio de Colón”, en: revista Arquitectura 23, julio 1955, pp. 345-347; Boletín del Obispado de La Habana, 1886.)
(2) Aruca, Lohania:  “The Cristóbal Colón Cemetery in Havana” (con separata traducida al español), en: The Journal of Decorative and Propaganda Arts, Wolfson Foundation, no. 22, Miami, 1996, pp. 36-55.
(3) clepsidra(Del lat. clepsy̆dra,y este del gr. κλεψύδρα). f. reloj de agua.(DRAE)
(4) Weiss, J.: La Arquitectura Cubana del siglo XIX, La Habana, 1960, cap. VIII, p. 28.  Publicaciones de la Junta Nacional de Arqueología y Etnología.

Fuente: Cubarte
Fotos: Dcubanos

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